Siempre, desde los siglos de los siglos han existido las enfermedades del domingo a la noche. Aquellas que nos agarran a nosotros, los estudiantes, justo unas cuantas horas de empezar la semana. Por lo cual tambièn dìgase, «empezar la semana escolar».
Esas enfermedades que màgica y cronologicamente aparecen sòlo los domingos como a las 10 de la noche. Justo cuando nos tenemos que ir a dormir para que, al dìa siguiente, concurramos al establecimiento.
Durante el fin de semana estamos bien. Los màs chicos juegan, corren, gritan, saltan, pelean, se pegan el vicio de la playstation (que en mi època era el Sega, por supuesto)
Los màs grandes salimos el fin de semana, tomamos, bailamos, peleamos, cantamos, gritamos y hacemos pogo (algunos no tanto) y tambièn podemos pegarnos el vicio de la playstation pero con la PS2 (sobre todo yo, con el Guitar Hero)
Llegado el domingo a la tarde empezamos a tener esa angustia en la garganta. Esa sensaciòn asquerosa y repugnante que es el saber que al dìa siguiente tendremos que estar sentaditos memorizando fechas y nombres, tendremos que quedarnos como perritos amaestrados atendiendo lo que dice una señora quejumbrosa que puede ser maestra o profesora.
Y siempre se cumple la regla que citè arriba. A las 10 de la noche empiezan los dolores y la agonìa:
– «Mamà, me duele la panza, quiero vomitar, me siento mal, me estoy muriendo…»
Sino està el clàsico dolor de garganta:
– «mamà…(tos) me duele mucho la garganta…mirà…se me fue la voz (tos y mìmica afònica)
Somos ridìculos. A la mañana siguiente seguimos con esta pantomima insistente de querer amplificar todos los dolores. Por supuesto que nuestras madres no nos creèn ni una sòla palabra… Pero insistimos tanto, pero tanto que terminan cediendo a nuestra sùplica.
Y al dìa siguiente, màs o menos una hora despuès de la hora de entrada al colegio asì como vino el dolor… magicamente se fuè.
¡estamos curados! ¡Què bueno! ¿No mamà?
Pupolina 